El poder curativo del agua

En la biblioteca de Ivan de Vargas, a dos pasos del centro de Madrid, podemos encontrar dentro de la categoría de ciencias aplicadas esta maravilla de libro: El poder curativo del agua, de Masaru Emoto y Jürgen Fliege. El libro nos presenta una visión de esta molécula un tanto distinta de la que estamos acostumbrados. No es una práctica común cantarle al vaso de agua que uno se toma por las mañanas, o llamarle guapo con la esperanza de que el líquido nos devuelva alguna de esas buenas vibraciones. Y es que según este libro, el agua es capaz de almacenar información, sentimientos y conciencia: 

“Cuando tenemos un pensamiento y le otorgamos energía, considerándolo verdadero o enunciándolo, este patrón vibratorio es entonces almacenado en el agua  de nuestro cuerpo y su manifestación corresponde a una vibración alrededor nuestro e incluso más allá.”

Agua, el sanador en nosotros, 27

Según Emoto, citando a su vez a Rupert Sheldrake, estas vibraciones crearían un “campo morfogenético” (no confundir con el término utilizado en biología del desarrollo, referido a un grupo de células de un embrión diseñadas de tal forma que dan lugar a un órgano), que para estos autores viene a ser una especie de almacén de información al que tienen acceso los individuos a través del espacio y del tiempo. Gracias a este campo el agua sería capaz de almacenar información de, por ejemplo, una ciudad y cambiaría su estructura en función de esa información. Este cambio de estructura lo recoge el autor en unas fotografías realizadas a cristales de agua que han sido sometidos a distintas vejaciones e insultos, o a alabanzas y cumplidos, resultando en cristales feos y opacos en el primer caso y en otros bonitos y relucientes en el segundo.

Según los autores, este cambio en su estructura permitiría al agua influir de distintas formas en el medio, y en nosotros mismos, llegando incluso a obtener propiedades curativas.

Ninguno de los estudios de Emoto ha sido corroborado por la comunidad científica, y es importante remarcar que ni este ni Fliege cuentan con estudios en ciencias naturales, siendo el primero graduado en medicina alternativa, y el segundo un sacerdote y presentador de televisión. Es por ello que este libro debería de estar en la sección de pseudociencias, y no al lado de un libro de anatomía o de medicina general como está ocurriendo.

Tendremos que andarnos con cuidado cuando hablemos, uno nunca sabe qué gota de agua puede estar escuchando.